Estimado señor Bartolomé de las casas, a través de los siglos, permítame agradecerle su heroico esfuerzo de denunciar el maltrato de mis antepasados. A través de sus relatos yo he descubierto que la maldad de algunos hombres sobre pasa la imaginación de lo macabro. Con todo el respeto que Ud. Se merece y, liberándome de dogmas religiosos, espero que Ud. Se encuentre gozando de la eternidad lejos de los cristianos de su tiempo.
Sus Brevísimos relatos de la destrucción de los pueblos americanos, están llenos de ironías… imagínese Ud. los hombres que presumían ser hombres de Dios y civilizados se comportaron como se comportan las bestias y aún peor por que ni las bestias más salvajes matan sólo porque pueden sin razón.
Espero que Ud. Éste en el paraíso y que no se haya sorprendido por estar entre todas estas almas de las que Ud. mismo habla en su libro. Las almas que Ud. creía condenadas a las entrañas del infierno por que estaban siendo asesinadas sin que antes fueran convertidas a la fe que las mataba.
Han pasado ya más de quinientos años desde ese día trágico que comenzó la destrucción de estas tierras, etnocidios a escala nunca antes vista; y, como Ud. ya sabe, la destrucción fue casi total. Cuando se leen libros como el que Ud. escribió, aun se siente la agonía de la gente y se escucha a través de los siglos los gritos de dolor. Injusticia perfeccionada a filo de espada en nombre de cristo; maldito sacrilegio; Emisarios de la muerte y destrucción.
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