Tuesday, September 11, 2012

Después de un café

Haciendo uso de mis facultades mentales, me detengo y medito un poco. Pienso de todo un poco; abarco desde lo más elemental hasta lo más problemático de la humanidad entera. Vivo en un laberinto de ideas. Desde el dogma religioso hasta la próxima estrategia política del político demagogo. De la virginidad de María hasta el negocio de prostitución que siempre esta a la moda. Desde el que le es infiel a su estado civil hasta el que le es infiel a su estado religioso. Desde el que odia con amor hasta el que ama odiar. Desde la historia del tiempo hasta el delirio de un futuro inventado. Así vivo y así muero pensando en dejar de pensar. Me estoy convenciendo que en la búsqueda de la libertad individual y colectiva, hasta lo anormal es normal. No es que todo esto me cueste trabajo ni que trabaje para que me cueste. Pero, sí, así es todo esto, raro. La lógica ya no tiene razón, porque lo popular se ha colocado en su lugar. Además, para poder ser libre, hay que participar en la locura de la mayoría. La exclusividad de un grupo que predica de amor y que cree tener la llave del cielo hasta el pobre que se conformaría con tener la llave de un supermercado. Desde el culto a la exclusividad como método para que la gente se sujete a teorías basadas en el miedo de una condena eterna…hasta la promesa de una vida eterna, a cambio de una vida de esclavitud de pensamiento e ideales propios; es decir, una esclavitud intelectual. En lo absurdo del concepto de libertad, amor, e igualdad. La libertad que tiene como base el individualismo; es decir, una libertad egoísta…mientras que yo sea libre, que importa quien tiene sed y necesidad de libertad. El amor, es la expresión más genuina entre los seres humanos; una expresión que toma cada día que pasa, una forma de contrato entre dos comerciantes que le apuestan a la fortuna. La igualdad, nunca se pide; la igualdad se practica. Es un derecho dado a cada uno por la providencia. En realidad, somos iguales ante Dios; desafortunadamente, sólo somos iguales ante la ley, retóricamente. Pero, por lo menos, tenemos una vaga idea de lo que es igualdad total. Ojala, y pronto tengamos el valor de practicarla.